Livingston me recibió con un baile tradicional de punta, donde unas cincuenta personas se reunían en semi círculo para ver el espectáculo. Cuatro hombres fuertes golpeaban varios tipos de tambores con la precisión de un reloj y quien quisiera, mujeres en su mayoría, pasaba a bailar una por una al centro.
Desde las puntas de sus pies, el ritmo viajaba a lo largo de las piernas para centrarse en las caderas. Parecían tener músculos que yo no poseo. Una chica local me confesó que practican en sus casas para poder lucirse a la hora de la hora.