Luego de las últimas gotas de café, Javier me llevó nuevamente al barco en dirección hacia el Río Lámpara. El recorrido se disfruta mucho.
Ver cómo el Río Dulce comienza a volverse más estrecho, las casas se tornan de paja y los barcos de motor se convierten en cayucos de remo. Al llegar a una playa, caminé unos 15 minutos entre la selva para descubrir una catarata escondida. Éramos los únicos en el lugar y era hermoso.
Nada nos podría haber sacado de ahí más que el hambre, así que agarramos camino de vuelta hacia Livingston y, sin mayores rodeos, llegamos a Happy Fish.