Javier, quién sería mi gurú de actividades y aventuras, había llegado y, como primer punto, quería que conociera The C Project.
El área del caribe guatemalteco sufre de pocas oportunidades en desarrollo. Por eso es que Pamela Cujantre, la hermana de Javier, decidió comenzar a promover el uso y la venta de aceite de coco orgánico tradicional, junto con algunas mujeres locales que conocen el proceso milenario, para activar la economía en el área. Los frasquitos parecerían contener la playa entera y, al abrirlos, un aroma de coco toma posesión de cualquier cuarto.
Diana Martínez, la dueña de las Tres Garífunas y parte esencial de The C Project
Javier me presentó a Dianita, quien, con machete en mano, parte los cocos con una habilidad legendaria. Aunque a través de los años ha desarrollado distintas herramientas a partir de partes de motor recicladas para recuperar toda la carnaza del coco, aún conserva con cariño un rallador de coco tradicional que ha sido heredado de generación en generación. Éste tiene cientos de piedritas incrustadas, cada una con un filo estremecedor.
Dianita me cuenta que se necesitan cien cocos y tres días para producir un litro de aceite de coco. En la cultura garífuna, el coco se usa para todo. “Setenta años tengo yo”, me dice una señora estirando el brazo sin una sola arruga, para que la toque. Resulta ser un excelente humectante para la piel y el pelo. Aparte de eso, es el mejor aceite a la hora de cocinar y preparar bebidas. Hasta le ponen aceite de coco al café, para que quede cremoso y con un toque dulce, sin necesidad de azúcar.